Chico triste del desierto, con la habilidad de convertirse de Ninja en poeta con sólo sacarse la capucha; De los de coraza roja y ojo noble, que con su guiño destapa abrazos y cervezas; Alegre caballero rústico, defensor romántico de las causas nobles y ociosas; Siempre ingeniando maneras para hacer de este mundo algo mejor.
Hincha pasional de la vida misma
Desde que conoció el mar, supo que la inmensidad era el hogar perfecto para el resto de sus días; Millonario en su corazón, contagia con su alegría de infante a todo lo que lo rodea; Conocedor de la riqueza infinita de su universo interior, amante profundo de su propio patio.
Una especie de médium en estado de trance, dejándose guiar por los vaivenes impredecibles del free play; El encargado del transporte de almas entre el mundo viviente y el inframundo; Narrador parsimonioso y vagabundo del Dharma.
Creador de paisajes arbóreos y criaturas fantásticas. El mejor amigo de Baby Etchecopar.
Una sandía al hombro, y la certeza de que la noche no sólo va a ser larga, sino la mejor de tu vida.
Locuaz agitador, fanático extremo de las preguntas de trivia, precipitándose demencialmente por autopistas de cintas de cine; Un ser hermoso, que siempre existió; El disc jockey sordo, como se lo conoce en las calles de Rosario, escucha mejor que todos y nos bendice con sus versos pausados aunque frondosos y apasionados.
Manos de mago y torso de todos. Agradecemos al Gran Espíritu por enviarnos a su hijo pródigo; Cuando todo era niebla y oscuridad, su alma fluorescente iluminó el valle; Hombre fértil y soñador, capitán de una barca llena de incertidumbres buenas.
Único responsable de poner un palo en la rueda de su propia evolución.
Posee el inigualable poder de los gemelos fantásticos.
Compuesto por los latidos de mil corazones.
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